El partido de fútbol de hoy,
un Real Madrid – Barcelona, es un clásico, debido a la gran rivalidad que
tienen estos dos equipos de fútbol, histórica ya, al ser de los mejores de
España, Europa y probablemente del mundo.
Sin embargo, este clásico
toma tintes políticos, debido a la
actuación de Artus Mas estos últimos días y que viene arropada por la cercanía
de la manifestación de la Diada, multitudinaria e histórica para en nacionalismo
independentista catalán.
No es, además, el primer
ejemplo de partido de fútbol con tintas cargada de política: la final de la Copa
del Rey este año, Athletic de Bilbao – Barcelona, tuvo otro sonado corte
antiespañol, con pitada al himno incluida, y de forma indirecta contra
Esperanza Aguirre, por aquel entonces presidenta de la Comunidad de Madrid, la
cual declaró que debería cerrarse el estadio si hubiese habido pitada. En
concreto, un insulto hacia su persona llegó a ser trending topic a nivel
mundial.
Hoy en todos los periódicos
encontramos referencias a la politización de este partido, por lo que es
bastante absurdo entrar a opinar aquí; hay opiniones para todos los gustos. No
obstante, si me gustaría reflexionar sobre el hecho de que en España el fútbol
sea una manifestación política más.
El fútbol es un deporte, como
todos los deportes, pasional: se sigue y se anima a tu equipo vaya como vaya.
El equipo es un sentimiento, una alegoría de lo que la afición espera de él;
por ello jamás se oirá decir a una afición “El Córdoba CF es una mierda” sino “el
entrenador/la directiva/el jugador no está a la altura de lo que merece el club”
(por ahorrarme poner otro exabrupto). Al club se le anima, pase lo que pase,
descienda a donde descienda o de más penas que alegrías: es el club que sigues
porque has nacido en esa ciudad, porque tu abuelo ya fallecido tenía una
vinculación especial con el club o porque de niño veías todos sus partidos.
Esta pasión, además, puede
canalizarse de formas muy primarias: pegando gritos en la grada, agitando
banderas o tocando vuvuzelas (como si fuese una batalla medieval) lo que lo
hace muy atractivo para lo vida moderna, en una sociedad donde por levantar un
poco la voz en un establecimiento o mostrar un síntoma exacerbado de alegría se
mira, como mínimo con extrañeza.
Así pues, que algo tan
primario y sentimental se identifique tan rápido con la política lo veo como
síntoma de inmadurez de nuestra sociedad. La política, que debería ser una
actividad razonada para identificar el interés general y alcanzar el bien y la
paz en la sociedad, queda relegada a la dilemática a escoger entre dos
opciones, a cada cual más absurda. No consiste en una labor constructiva, sino
de enfrentamiento y avasallamiento del rival. Es llevar al máximo exponente el
tipo de política que se ha estado realizando desde siempre en España, la
causante de que sean necesarias las mayorías absolutas para gobernar, la
causante de la polarización de los parlamentos, del clientelismo de los agentes
sociales. Con una visión así de la política, no es de extrañar que la analogía
con el fútbol se haga tan rápida y evidente: solo queremos ver destruido el
rival, sin ver lo que él nos puede aportar ni juzgar sus ideas, apegados a un
partido del cual no sabemos nada, solamente que tenemos que votarlo porque,
porque… dice que odia tanto como yo al otro partido político.
Disfruten del fútbol,
construyan política.
PS: ¿Si el partido de hoy
supusiese un hito histórico para el indepentismo catalán, sería el argentino Messi
el nuevo Guifré el Pilós?
¿Y si el partido de hoy afianzase la
unidad de España (no se como, pero pongamos este hipotético caso), el portugués
Cristiano Ronaldo sería inmortalizado en un cuadro como cruzado?
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