Uno de
los más brillantes filósofos y
ensayistas que ha dado España ha sido José Ortega y Gasset. Sus obras y ensayos
son estudiados en los institutos de toda la península –hasta que el Gobierno
considere la Filosofía como algo inútil y obsoleto para la formación de los
trabajadores- y al que más y el que menos le suena aquella frase de Yo soy yo y mis circunstancias.
Los
españoles queremos honrar su memoria de
la mejor forma posible: haciendo que sus ensayos continúen en vigencia. España invertebrada , quitando un par de
nombres y referencias, podría aplicarse a la situación actual de nuestro país,
pese a que el ensayo fue publicado en 1921.
Siguen
en vigencia debido al problema de los nacionalismos, y seguimos con ellos
porque continuamos achacando al nacionalismo e independentismo periféricos un
egoísmo irracional amparado en mentiras simplemente para fastidiar a los buenos
españoles, sin pararnos a pensar en nuestro fracaso como nación, en la falta de
un objetivo que vuelva a entusiasmarnos a todos con la idea de España –mas allá
de ganar competiciones balompédicas-.
Continuamos
siendo una masa que desprecia a figuras egregias para ensalzar figuras ruines y de poco calado
intelectual: solo es necesario poner la televisión para constatar esto. Los
diversos grupos políticos del país –no ya partidos, inclúyanse aquí los nuevos
movimientos ciudadanos- siguen actuando como si solo ellos estuviesen en
posesión de la verdad, y todo el mundo convergiese en sus posturas: que un
grupo miles de personas, en un país enorme como es España, pretenda rodear y
disolver el Congreso es el ejemplo de la actitud del vencedor que no quiere
luchar y, que como decía Ortega, solo pretende tomar posesión del poder. Nos
mantenemos, pues, en una numantina posición de creer que solamente nuestros
ideales son válidos, obviando colaborar para ensanchar los grupos y renegando a
establecer algún tipo de “contrato social” con esas élites despreciadas por nosotros
mismos, para lograr el beneficio de la sociedad entera.
Sin
embargo, estoy convencido de que estas simples apreciaciones son algo ficticio,
que los españoles somos capaces de dejar atrás estos vicios y volver a la senda
de lo cabal; solamente que apreciamos demasiado a nuestro querido Ortega como
para permitir que uno de sus ensayos quede obsoleto.
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