sábado, 6 de octubre de 2012

Seguimos invertebrados


Uno de los más brillantes filósofos  y ensayistas que ha dado España ha sido José Ortega y Gasset. Sus obras y ensayos son estudiados en los institutos de toda la península –hasta que el Gobierno considere la Filosofía como algo inútil y obsoleto para la formación de los trabajadores- y al que más y el que menos le suena aquella frase de Yo soy yo y mis circunstancias.
Los españoles  queremos honrar su memoria de la mejor forma posible: haciendo que sus ensayos continúen en vigencia. España invertebrada , quitando un par de nombres y referencias, podría aplicarse a la situación actual de nuestro país, pese a que el ensayo fue publicado en 1921.
Siguen en vigencia debido al problema de los nacionalismos, y seguimos con ellos porque continuamos achacando al nacionalismo e independentismo periféricos un egoísmo irracional amparado en mentiras simplemente para fastidiar a los buenos españoles, sin pararnos a pensar en nuestro fracaso como nación, en la falta de un objetivo que vuelva a entusiasmarnos a todos con la idea de España –mas allá de ganar competiciones balompédicas-.
Continuamos siendo una masa que desprecia a figuras egregias para  ensalzar figuras ruines y de poco calado intelectual: solo es necesario poner la televisión para constatar esto. Los diversos grupos políticos del país –no ya partidos, inclúyanse aquí los nuevos movimientos ciudadanos- siguen actuando como si solo ellos estuviesen en posesión de la verdad, y todo el mundo convergiese en sus posturas: que un grupo miles de personas, en un país enorme como es España, pretenda rodear y disolver el Congreso es el ejemplo de la actitud del vencedor que no quiere luchar y, que como decía Ortega, solo pretende tomar posesión del poder. Nos mantenemos, pues, en una numantina posición de creer que solamente nuestros ideales son válidos, obviando colaborar para ensanchar los grupos y renegando a establecer algún tipo de “contrato social” con esas élites despreciadas por nosotros mismos, para lograr el beneficio de la sociedad entera.
Sin embargo, estoy convencido de que estas simples apreciaciones son algo ficticio, que los españoles somos capaces de dejar atrás estos vicios y volver a la senda de lo cabal; solamente que apreciamos demasiado a nuestro querido Ortega como para permitir que uno de sus ensayos quede obsoleto.

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