Hace poco tuve la oportunidad de hablar en Radio Ser Córdoba
sobre la relación de la juventud con el terrorismo junto con otro compañero de
la Universidad. Lo hice en un momento complicado debido al sangriento atentado
contra la revista Charlie Hebdo, justo a la semana de los atentados.
Una de las preguntas a las que me tuve que enfrentar fue la
relación de la juventud con el terrorismo de ETA, afortunadamente ya silenciado
en nuestro país. Como declaré, mi generación no tuvo miedo a la ETA; sentíamos
rechazo y confianza en que algún día se resolvería gracias a la actuación de
los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado.
Que no tuviésemos miedo no significa que no respetásemos a
ETA. No el respeto que se le tiene (o debería tener) al profesor o al progenitor,
sino el respeto que se le tiene a un grupo de asesinos que sembraban de cadáveres
la geografía española. El respeto que se le tiene a la muerte o a una
enfermedad terminal. La sensación de banalizar un conflicto que dejaba víctimas
anualmente y heridas abiertas en Euskadi era sencillamente repulsivo, no
recordando bromas sobre ETA entre la chavalada de mi edad, bromas que si
generaba, por ejemplo, el terrorismo yihadista, con un gusto más que dudable.
Esa banalización, sin embargo, ha comenzado, y no desde
grupos de estudiantes irreverentes o revistas marginales, sino desde las más
altas instituciones del Estado, desde los mejores periodistas de la derecha,
desde los círculos de poder y las más altas esferas. ETA se ha convertido en el
coco, en una sambenito vacío con el que vestir al más ridículo oponente
político para difamarlo sin argumentos, una suerte de ley de Godwin de la
política española apta solo para los más cerriles y estrechos cerebelos del
electorado español.
¿Se puede considerar ETA a un profesor universitario que,
mediante una serie de asambleas, monta una suerte de movimiento personalista a
base de propuestas irrisorias y logra una determinada atención mediática y
cuota de poder? ¿Se puede considerar ETA a una plataforma que se dedicaba a
copiar formas argentinas de manifestación y que hace llorar a los hijos de los
ministros? ¿Es ETA el aborto, ese tema a caballo entre el derecho de la mujer y
la bioética?
Yo al único etarra que reconozco es al de la capucha y tiro
en la nuca; al de la bomba furtiva y el cobarde comunicado, al del zulo y la
huida a Francia. Me niego a rebajar el terror que generaron unos asesinos a
sambenito de la derecha y fácil chascarrillo político del periodismo
conservador. ETA fue una banda terrorista, no una recurrente falacia del hombre
de paja.
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